La UC San Diego, una de las universidades más prestigiosas de California en el ámbito científico, está situada sobre los acantilados de La Jolla, con vistas al océano Pacífico y a la puesta de sol al atardecer. En sus casi 1000 hectáreas de terreno acoge a miles de estudiantes de todas partes del mundo que acuden a las aulas para aprender e innovar.
Pero la historia de Nanome, la startup que está revolucionando la investigación farmacéutica, no nace en un aula. Tampoco tiene su origen en esos hermosos acantilados que recorren la costa. Empieza en un campo de rugby.
El cofundador y director de Tecnología Sam Hessenauer recuerda: “Lo cierto es que acabé conociendo bien a Steve McCloskey, nuestro director general, cuando jugábamos juntos al rugby en el colegio. Teníamos muchas conversaciones sobre física dentro y fuera del campo”.
McCloskey tiene el honor de ser uno de los primeros estudiantes de nanoingeniería de la universidad y, en consecuencia, del mundo. Por aquel entonces, Hessenauer vivía su época universitaria estudiando ingeniería eléctrica y de software, con el aprendizaje automático como especialidad
.Juntos plantearon un nuevo método de investigación para la industria farmacéutica que aprovechaba todo el potencial de la realidad virtual. “Coincidíamos plenamente en que debería haber una especie de 'J.A.R.V.I.S.' para las moléculas en la computación espacial”, nos cuenta Hessenauer.
J.A.R.V.I.S., para quien no conozca mucho el universo Marvel, es una IA creada por Tony Stark (también conocido como Iron Man) que hace cálculos hiperrápidos y convierte las indicaciones de voz en imágenes 3D ante sus ojos. El binomio quería hacer realidad este concepto a través de la realidad virtual para que los científicos pudieran adentrarse por completo en un mundo de moléculas más grandes que en la vida real.
Esta referencia cinematográfica llamó la atención de una tercera persona: Keita Funakawa.
A Funakawa se le conocía en el campus por su faceta como cineasta, y tenía estudios en medios de comunicación y marketing. De hecho, conoció a McCloskey mientras seleccionaba contenido para un festival de cine.
“Acabó hablándome de moléculas en VR y de que funcionaba exactamente igual que J.A.R.V.I.S. de Iron Man, y así empezó todo”, afirma Funakawa.
Funakawa se convertiría más tarde en cofundador y director de Operaciones de la empresa. Aunque cualquiera diría que pasar de hacer películas a desarrollar tecnología para la investigación farmacéutica es un cambio bastante drástico, este tipo de mentalidad innovadora era exactamente para lo que se había preparado en el aula. Según Funakawa: “San Diego destacaba mucho en el ámbito de la teoría y la tecnología de los medios de comunicación; siempre con el próximo gran éxito multimedia en mente”.
También se incorporó al grupo un cuarto cofundador, Edgardo Leija, a quien McCloskey conoció en un evento tecnológico en el zoo de San Diego. Leija ahora es el director de Experiencia de Nanome.
Una vez que terminaron de desarrollar el software, este no tardó en popularizarse en el campus. De hecho, ya se usaba antes de que incluso ellos lo supieran. “Nos enteramos de que alguien de la Facultad de Farmacia usaba la VR para la visualización molecular porque fuimos a una sesión de pósteres y vimos una foto de un alumno usando una versión gratuita de código abierto para observar moléculas”, recuerda Funakawa.
El equipo no tardó en encontrar al estudiante para charlar con él. “Cuando probó Nanome por primera vez, sacó inmediatamente la tarjeta de crédito e intentó pagar”, dice Funakawa mientras se ríe.
Aunque al equipo le sorprendió ver su producto en acción en tan poco tiempo, no le pilló por sorpresa comprobar que había una necesidad que este resolvía. “Nos dimos cuenta de que la necesidad ya existía mucho antes de que conociéramos a ese estudiante de Farmacia”, afirma Hessenauer. “Steve y yo entrevistamos a más de 100 personas y entonces nos quedó claro que todo el mundo quería aplicar la realidad virtual en la ciencia molecular. Todos querían esta visualización inmersiva”.
La demanda era tan elevada que los investigadores y las empresas gastaban millones de dólares solo por acercarse aunque fuera un milímetro a los objetos 3D. Pero ninguno conseguía quitarse el gusanillo por completo.
Al equipo se le encendió la bombilla tras una reunión con un cristalógrafo del campus para ver cómo se creaban moléculas tridimensionales. El proceso era largo y agotador, ya que había que cristalizar proteínas físicas, introducirlas en una máquina de diferenciación de rayos X y escanearlas para que aparecieran blobs tridimensionales en una pantalla en 2D.
“Dedica a esto ocho horas al día, varios días a la semana, solo para obtener una sal de proteína. Es ridículo”, exclama Hessenauer.
Pero la realidad virtual sirve para algo más que para acelerar la creación de estos modelos. También aumenta su precisión, lo que supone un ahorro de tiempo y dinero para los investigadores de los laboratorios. Funakawa relató un caso en el que los científicos interpretaron erróneamente la cristalografía, ya que consideraron que había más espacio en el lado izquierdo de la proteína. Hasta que no usaron la VR no se dieron cuenta de que el lado derecho tenía más espacio en realidad.
También nos habló de un caso de estudio que llevaron a cabo con Meta, cuando un cliente de biofactores detectó un posible error de más de 100 millones de USD que habría hecho tambalear el descubrimiento de fármacos durante meses. Pero todo se evitó gracias a su software.
“Ese es el tipo de problemas que pretendemos resolver”, señala Funakawa.
Con semejante impacto, no es de extrañar que más de la mitad de las 20 principales empresas farmacéuticas recurran a Nanome para mejorar sus procesos.
La empresa recibió otro gran impulso durante la pandemia del COVID-19. En una época en la que los científicos no podían estar juntos físicamente, Nanome se convirtió en una valiosa herramienta de colaboración virtual cuando los investigadores de fármacos más lo necesitaban. Como nos cuenta Funakawa, esto incluso les valió hacerse un hueco en Meta Connect, “puesto que permite a los científicos hacer descubrimientos de fármacos vitales sin moverse de casa”.
Hessenauer nos dio más detalles sobre esta colaboración digital a distancia y añadió: “Nuestras herramientas son nativamente colaborativas. Cualquier grupo puede ponerse las gafas en cualquier parte del mundo y trabajar como si todos estuvieran en el mismo laboratorio. Pueden coger cosas, señalar elementos y diseñar estructuras”.
Sigue habiendo muchos factores que frenan el potencial de los científicos para ayudar a la humanidad, en gran medida, porque no existe un diseño colaborativo y nativo 3D a escala atómica. Pero Hessenauer cree que eso cambiará pronto, sobre todo cuando entre en acción la inteligencia artificial.
“Ahora mismo estamos viviendo una especie de renacimiento. Vamos a ver un cambio en la forma en la que interactuamos con los sistemas en el futuro. En mi opinión, la ecuación es “humano más IA” porque la IA va a ser uno de los mayores estímulos para la humanidad y acelerará las innovaciones tecnológicas. Estoy emocionado por estar aquí en el momento adecuado”, nos confiesa.
Gracias a Nanome, los científicos avanzan más deprisa y son capaces de detectar como nunca antes con qué obtendrán mejores resultados en el descubrimiento de fármacos y otras muchas aplicaciones. Los beneficios son, y seguirán siendo, innegables.
“Creo que el impacto que va a vivir la humanidad y el público en general va a ser descomunal. Se han creado fármacos con la ayuda de nuestro software que ayudarán a millones y millones de personas”, afirma Hessenauer.
Y todo empezó con unas gafas, un cineasta, dos chicos en un campo de rugby y un encuentro fortuito en el zoo.
El uso que hace Nanome de la realidad virtual es un ejemplo del potencial que nos depara el mañana. Desde cualquier lugar del mundo, las soluciones de realidad virtual pueden ayudar a resolver un problema tan complejo como el modelado tridimensional. Si quieres descubrir qué utilidad podría tener la realidad virtual para ti y tu empresa, consulta nuestra página Reuniones y colaboración en VR sobre soluciones de trabajo.